En Grupo Tabarca no somos ajenos al tan llevado tema de actualidad de la posible supresión del cambio horario en verano e invierno. Nos llama más la atención el que en España se coma a las tres cuando el resto de Europa lo hace a la una, y en definitiva el desfase horario que llevamos en general con el ámbito europeo.

El motivo principal es que no estamos en el huso horario que nos corresponde geográficamente y en nuestra actividad cotidiana llevamos dos horas de retraso respecto al resto de países de Europa.

La causa no es achacable al clima, ya que países como Portugal, Italia o Grecia no aplican nuestra distribución horaria. Tampoco al costumbrismo, antiguamente los horarios tradicionales para la hora de la comida se situaban sobre las 12:30 o 13:00 y más notoriamente antes de la industrialización.

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Las costumbres alimentarias en España se rigen por el sol, mientras que los relojes van por otro lado. En el momento en que el sol está más alto, es decir, a las 12 del mediodía según la hora solar, los relojes españoles marcan las 13:30. Según esto, en España comemos entre la una y las dos solares y cenamos a las 20.30, unos horarios que no difieren tanto con los de los europeos.

El motivo real de nuestros actuales horarios se remite hacia finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando el gobierno de Franco adelantó una hora los relojes españoles para estar en sintonía con la hora que Alemania había impuesto en todos los territorios ocupados (GMT+1:00). Hasta ese momento, los españoles habían vivido acordes con el horario del meridiano de Greenwich.

Es decir, hasta 1942, el horario español marcaba una hora menos que la actual (GMT+0:00), la misma que tienen hoy Inglaterra, Portugal y las Islas Canarias, la misma que le corresponde a España por su situación geográfica, ya que el meridiano de Greenwich pasa por Castellón y deja prácticamente toda la península al oeste.

Además del huso horario, el pluriempleo durante los años de pobreza de la posguerra también influyó como origen del retraso en el horario de las cenas en España. Tras la guerra civil, era común tener un trabajo hasta las dos de la tarde, y otro después de comer hasta bien entrada la noche.

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Los horarios españoles ponen muy difícil conciliar la vida laboral y la personal

Además de quitarnos el sueño, los horarios españoles dificultan la conciliación entre la vida laboral y la personal. Mientras en el resto de Europa les basta con 45 minutos para comer, los españoles partimos la jornada laboral y dedicamos hasta dos horas a una contundente comida. Esto lleva a que, aunque la hora de entrada en la oficina es la misma que en otros países, se sale más tarde y el tiempo para dedicar a la familia, el ocio, y las tareas domésticas se reduce.

La adaptación a nuestro huso horario natural traería consigo una ganancia en calidad de vida y conciliación laboral y personal y también mejoraría las relaciones comerciales con Europa por la coordinación de los horarios de las jornadas laborales.

Finalmente, el turismo se vería menos sorprendido por nuestro distinto estilo de vida, resultándoles más habitual.

Si se consigue todo serán beneficios, mientras tanto seguirá vigente el famoso eslogan de Manuel Fraga, ministro de Información y Turismo en los años 60, “Spain is different” con la que se atrajo al turismo europeo a nuestras playas.

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