Antes de empezar en este mundo profesional era una ignorante y, como les pasa a los ignorantes, un poco ceporra también.

Antes sólo bebía agua agusto, algún refresco de vez en cuando, he de confesar que me encantaban los Happy Meal, y le había hecho una cruz al vino y sobre todo a la cerveza. Ceporra.

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La suerte que he tenido para cambiar de mentalidad y de gustos me ha venido por dos caminos. Una por mi abuelo, José Martínez Valero, y otra por Comercial Tabarca.

Mi abuelo ha disfrutado con lo gastronomía lo que no está en los escritos. Le podías preguntar por cualquier ciudad o pueblo perdido de España que había estado allí, y por supuesto había comido en el lugar. No te decía si el sitio era bonito o feo, te decía “pues si pasas por allí, debes ir a la calle “tal”, en una esquina hay un restaurante de nombre “cual”, el dueño se llama “Pascual” ¡Y se come de bien!” y le gustaba maridar; con vino, cava, champagne, no era tanto de cerveza, pero también. Y los licores para el postre. Todos. Cuando podía nos invitaba a comer fuera de casa. Siempre me ha llamado la atención cuánto se acordaban de mi abuelo en todos los restaurantes a los que íbamos, porque si era bueno, repetía y repetía visita. – Mi padre hace lo mismo ahora – Le gustaban los aperitivos, las comidas, las sobremesas. Todo el entramado de lo que llamamos cultura gastronómica. Mi abuelo ha sido el primer foodie que he conocido en mi vida y el que más ha influido en mí, inconscientemente, y creo que también en mi padre, mis tías, mi hermana y mis primos.

Bien, ya tenía el ejemplo delante de mí, pero sólo a partir de empezar a formar parte del equipo de Comercial Tabarca he puesto en práctica todo aquello que vi. Sólo ahora soy consciente de lo que me llevo al estómago y lo puedo disfrutar en plenitud y puedo entender el por qué del brillo de los ojos de mi abuelo que se recreaban tanto como su paladar cuando comía.

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¡Me lo paso tan bien zampando una buena comida y bebiendo un buen vino!.
Aunque debo decir que no soy una foodie profesional y todos los días sigo descubriendo y aprendiendo cosas nuevas tanto de nuestros proveedores como de
nuestros clientes. Si les puedo contagiar al menos la curiosidad por las cosas que nos gustan me doy por satisfecha.